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El deseo en las relaciones de larga duración no se apaga de un día para otro. No desaparece porque el amor se haya extinguido o porque haya fallado la conexión.

Lo que sucede, en realidad, es que la vida —con sus ritmos, sus obligaciones y sus rutinas— va anestesiando poco a poco aquello que en los primeros momentos parecía espontáneo: la fascinación, la sorpresa, la atracción viva.

Aceptar esto no significa resignarse. Significa comprender que el deseo necesita ser cuidado, cultivado y mirado con nuevos ojos, especialmente cuando la historia de amor madura.

En este viaje te invito a explorar conmigo cómo funciona realmente el deseo, por qué cambia, y cómo podemos volver a reencontrarlo de forma auténtica y humana.

¿Qué es el deseo en la pareja?

Deseo no es solo querer tocar o ser tocado. Deseo es sentir curiosidad, asombro, misterio hacia el otro. Es esa energía que nos invita a acercarnos no por necesidad, sino por fascinación. Es mirar al otro y ver, todavía, un mundo por descubrir. En el comienzo de las relaciones, el deseo brota casi sin esfuerzo. Cada palabra, cada gesto, cada roce, es un universo nuevo. El otro es un enigma que queremos explorar.

Pero con el tiempo, la convivencia puede ir borrando ese misterio:

  • Lo conocido reemplaza a lo desconocido.
  • La sorpresa cede ante la rutina.
  • El otro deja de ser un enigma y se convierte en una certeza.

No es que el amor disminuya. Es que la mirada cambia. Y el deseo vive de la mirada que todavía se asombra.

El deseo es como el viento: no se ve, pero mueve todo. Y si intentamos controlarlo o poseerlo, simplemente desaparece.

 

El deseo necesita un otro: la teoría triangular de Girard

René Girard nos ofrece una perspectiva luminosa sobre el deseo: no deseamos en soledad. Deseamos lo que percibimos deseado por otros, lo que los demás valoran, lo que la mirada social refuerza.

El deseo tiene forma de triángulo:

  • Yo, que deseo.
  • El objeto de deseo.
  • Un tercero que valida el deseo.

Al principio de una relación, este triángulo es muy vivo:

  • El otro es deseable no solo para mí, sino para el mundo.
  • Hay misterio, admiración mutua, validación social.

Pero con los años, si no lo cuidamos:

  • El misterio se diluye.
  • El otro se convierte en algo seguro, conocido, dado por sentado.
  • Y el deseo, privado de su tensión simbólica, empieza a apagarse.

El deseo necesita un “otro” simbólico, una alteridad viva. No podemos desear plenamente aquello que creemos poseer totalmente.

Es como un espejo: si no seguimos puliendo su superficie, la imagen se vuelve opaca y dejamos de ver el brillo que nos fascinó.

 

El deseo erótico en relaciones largas: una mirada desde la psicología contemporánea

La psicología del deseo ha explorado cómo el paso del tiempo afecta no solo a los cuerpos, sino a las dinámicas emocionales que sostienen la atracción. Autores como Esther Perel, Jessica Benjamin y Jean Laplanche nos han mostrado que el deseo necesita ingredientes que no siempre coinciden con los del amor:

  • El amor busca seguridad.
  • El deseo busca sorpresa.
  • El amor quiere estabilidad.
  • El deseo quiere aventura, alteridad, misterio.

Esther Perel: El deseo necesita distancia emocional

Esther Perel señala que el amor y el deseo se alimentan de necesidades distintas. Mientras el amor quiere cercanía y pertenencia, el deseo florece en la distancia, en la capacidad de mirar al otro como algo que nunca nos pertenece del todo.

Después de un tiempo separados —por viajes, proyectos o espacios personales— muchas parejas sienten cómo la admiración y el deseo resucitan:el otro vuelve a ser, por un momento, alguien fascinante.

Jessica Benjamin: El deseo vive en la alteridad

Jessica Benjamin nos recuerda que solo podemos desear al otro si seguimos viéndolo como un ser libre, autónomo y en movimiento. Cuando la fusión emocional borra las diferencias, el deseo se desvanece.Pero cuando dejamos espacio para que el otro sea otro, con su misterio y su evolución propia, el deseo encuentra un territorio fértil para renacer.

Jean Laplanche: El deseo como respuesta a un enigma

Jean Laplanche va aún más allá: el deseo nace de lo que del otro no comprendemos del todo. Cuando el otro nos desconcierta, cuando nos sorprende, cuando nos revela algo inesperado, nuestro deseo se enciende. La previsibilidad mata la fascinación. El enigma, la sorpresa, la imperfección viva, la reactiva.

Por qué se apaga el deseo en relaciones de larga duración

Sabiendo todo esto, entendemos que el deseo no se apaga porque amemos menos, sino porque dejamos de mirar con asombro. La vida diaria, con su peso de rutinas, facturas, responsabilidades y horarios, va dejando poco espacio para la aventura, la espontaneidad y el juego. La previsibilidad es enemiga del misterio. Y el cansancio emocional es enemigo de la curiosidad.

El deseo es como una chispa: sin oxígeno, se va apagando, aunque sigan existiendo brasas de cariño y compromiso.

 

Diferencias entre hombres y mujeres ante la falta de deseo

Hablar del deseo en las parejas de larga duración implica también comprender que hombres y mujeres, aunque compartan experiencias de amor y de vida, no siempre viven la falta de deseo de la misma manera.

Estas diferencias no son reglas fijas, pero sí reflejan tendencias culturales, emocionales y sociales que marcan la manera en que cada uno experimenta, interpreta y responde a los cambios en el deseo sexual.

Entender estas diferencias no es dividir, es tender puentes. Es reconocer que, muchas veces, amamos igual, pero deseamos de manera distinta.

Cómo vive la falta de deseo la mujer

En el deseo sexual femenino, el vínculo emocional juega un papel esencial. Cuando una mujer siente que su conexión emocional está dañada, que hay distancia afectiva, o que su propio espacio interno se ha visto absorbido por las responsabilidades, es frecuente que su deseo disminuya. El cansancio, el cuidado de otros, la carga mental, las expectativas de desempeño, todo ello puede ir apagando su deseo sin que ello signifique que haya dejado de amar.

Ejemplo real: Una mujer, tras meses de cuidar a sus hijos pequeños y a un familiar enfermo, empieza a sentir su cuerpo como un territorio ajeno. Aunque sigue queriendo profundamente a su pareja, se desconecta de su propio deseo porque siente que ya no queda espacio para su propio placer. Importante: El deseo femenino tiende a ser más vulnerable a las condiciones emocionales, al contexto, y a la sensación de ser vista y valorada más allá del rol cotidiano.

Cómo vive la falta de deseo el hombre

En el deseo sexual masculino, el impacto del contexto emocional también existe, aunque a menudo se manifiesta de forma diferente. Cuando un hombre experimenta estrés, presión social o cuestionamiento de su desempeño (ya sea laboral, familiar o personal), su deseo puede apagarse, pero culturalmente se le ha enseñado a vivirlo en silencio. La falta de deseo en los hombres suele asociarse a un sentimiento de fracaso, de vergüenza o de pérdida de identidad, lo que a veces lleva al retiro emocional en lugar de a la comunicación.

Ejemplo real: Un hombre atraviesa una crisis laboral que afecta su autoestima. Aunque ama a su pareja, evita los encuentros sexuales no porque haya dejado de desearla, sino porque siente que ya no “está a la altura”. Importante: El deseo masculino también fluctúa, también se ve afectado por el cansancio emocional, la presión interna y externa, y necesita espacios de validación y ternura.

La desconexión silenciosa: un puente que se puede reconstruir

Mientras las mujeres tienden a forzar la presencia emocional para recuperar la conexión, los hombres tienden a retirarse para proteger su autoestima herida. Este movimiento en direcciones opuestas, si no se nombra y no se comprende, puede agrandar la distancia erótica y emocional. Pero no es un abismo definitivo. Es un puente que, con conciencia, comunicación y ternura, puede ser reconstruido.

Reconocer que el deseo sexual masculino y el deseo sexual femenino tienen dinámicas distintas nos ayuda a acercarnos sin exigencias, sin culpas, con curiosidad y compasión.

Si quieres profundizar más sobre las particularidades del deseo en hombres y mujeres, puedes leer este artículo

Cómo recuperar el deseo en parejas de larga duración

Recuperar el deseo no es un acto de voluntad, ni un truco, ni un regreso forzado al pasado. Recuperar el deseo es, en realidad, una manera de acompañar la relación hacia un territorio nuevo. Más consciente, más elegido, más humano. Cuando el deseo disminuye, no se trata de “reparar” nada roto: se trata de crear nuevos caminos de reencuentro, abriendo espacio para que el deseo vuelva a respirar.

El deseo no es un visitante que llega si lo llamamos a gritos. El deseo es como una mariposa: aparece cuando el ambiente es cálido, abierto y hospitalario.

Estos caminos que te propongo no son recetas mágicas. Son invitaciones reales para reconectar.

Aceptar que el deseo fluctúa

El primer paso para recuperar el deseo es aceptar que no es constante ni estable, igual que las estaciones del año. Esperar que siempre esté igual es condenarlo a la decepción. Aceptar su fluctuación permite vivir las etapas de menos deseo sin dramatismo, sin resentimientos, sin juicios.

Ejemplo real:  Una pareja que atraviesa una etapa de crianza intensa reconoce que sus cuerpos y mentes están enfocados en la supervivencia diaria, no en la seducción. Deciden no exigirse deseo, sino acompañar la etapa sabiendo que la intimidad volverá a florecer en otro momento.

Reflexión: El deseo no desaparece: a veces solo necesita reposar.

Crear espacios propios para reencontrarse

Uno de los nutrientes más potentes del deseo es la individualidad. Cuando cada uno tiene su propio espacio vital, su mundo interior vivo, su autonomía respetada, el reencuentro con el otro se vuelve mucho más fascinante.

Ejemplo real: Ella decide volver a clases de teatro. Él retoma las salidas al monte. Cuando se encuentran al final del día, cada uno tiene nuevas historias, nuevas emociones, nuevas miradas.

Metáfora: El deseo necesita, como un fuego, un poco de aire fresco para arder con fuerza.

Mirar al otro como si fuera la primera vez

Convivir mucho tiempo con alguien puede volvernos ciegos a su misterio. Recuperar el deseo implica volver a mirar como quien explora un territorio desconocido.

Ejemplo real: Un día, ella observa en silencio a su pareja mientras lee, concentrado, ajeno a su mirada. Se detiene a ver su expresión, su forma de pasar las páginas, el gesto que hace con las cejas. Y en ese pequeño acto de observación, siente una chispa de ternura y atracción que creía dormida.

Reflexión: Cada ser humano es inagotable si sabemos mirar con ojos nuevos.

Reconstruir la intimidad corporal sin presión

Cuando el deseo se apaga, a menudo el cuerpo se vuelve un territorio lleno de silencios, de reproches invisibles o de desconexión. El cuerpo necesita sentir que puede acercarse sin ser exigido. Que puede tocar y ser tocado sin tener que cumplir un guion.

Ejemplo real: Deciden darse masajes una vez a la semana, sin expectativa sexual, solo para reencontrar el placer del contacto amable. Y poco a poco, en la confianza de esos gestos suaves, la chispa empieza a regresar.

Metáfora: El cuerpo florece cuando se siente invitado, no cuando se siente forzado.

Compartir nuevas experiencias para reactivar la chispa

La novedad externa puede reactivar la curiosidad interna. No hace falta hacer grandes viajes ni aventuras épicas: basta con salir un poco de los caminos habituales.

Ejemplo real: Se apuntan juntos a un taller de cocina internacional. La torpeza compartida, la risa, el juego, despiertan sensaciones olvidadas.

Reflexión: Cambiar el escenario puede permitir cambiar la historia.

Hablar del deseo con ternura

Nombrar el deseo —o la falta de deseo— puede dar miedo, vergüenza o incomodidad. Pero callarlo suele agrandar más la distancia que decirlo con amor. Hablar con ternura significa abrir la conversación sin culpas, sin exigencias, sin reproches.

Ejemplo real: Ella le dice: “Echo de menos sentirnos cerca. ¿Te gustaría que busquemos juntos formas de reconectar?” Y en ese simple acto de vulnerabilidad, abren un espacio donde el deseo puede volver a respirar.

Elegir seguir deseando

El deseo no siempre es un relámpago espontáneo. A veces, es una elección pequeña y consciente, un acto de amor hacia el otro y hacia uno mismo.

Ejemplo real: Enviar un mensaje coqueto durante el día. Poner música y bailar juntos en el salón sin plan previo. O simplemente, mirar al otro durante unos segundos más de lo habitual, dejando que la mirada diga: “Te sigo eligiendo.”

Reflexión: Desear es seguir eligiendo, incluso cuando no es fácil, incluso cuando la vida pesa.

 

 

El deseo como jardín secreto

El deseo en las parejas de larga duración no desaparece: solo necesita ser mirado, cuidado y cultivado como un jardín secreto. Un jardín que no exige resultados inmediatos. Un jardín que florece cuando lo regamos con atención, ternura y presencia.

“El deseo no desaparece: simplemente necesita que le dejemos espacio para florecer de nuevo.”

¿Te gustaría seguir aprendiendo cómo cuidar tu vínculo, tu intimidad y tu deseo?

Te invito a seguir explorando.

A seguir mirándote.

A seguir reencontrándote.

 

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26 comentarios en “Cómo recuperar el deseo en parejas de larga duración: amor, deseo y reencuentro”

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